Se cumplen 205 años de la Declaración de Independencia en la Casa de Tucumán.
El 9 de julio de 1816, en la Casa de Tucumán, ubicada en la ciudad de San Miguel de Tucumán, donde sesionaba la asamblea con la presencia de 33 diputados, se firmó la Declaración de Independencia de la Argentina. Se trató de la coronación de un proceso iniciado muchos años atrás que finalizó en este histórico hecho: la ruptura de los vínculos de dependencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata con la monarquía española. Diez días más tarde, el mismo Congreso renunció también a toda otra dominación extranjera.
El Congreso de Tucumán había iniciado sus sesiones el 24 de marzo de 1816, con la presencia de 33 diputados. Según la decisión de los propios delegados, la presidencia del Congreso era rotativa y cambiaba cada mes. En una de sus primeras decisiones, el Congreso nombró Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata a uno de sus diputados, el general Juan Martín de Pueyrredón.
La presión de algunos de sus miembros, y de influyentes dirigentes nacionales -entre ellos el general José de San Martín, gobernador de la Intendencia de Cuyo- hizo que se iniciara la discusión sobre la Declaración de Independencia.
La votación finalmente se concretó el 9 de julio. En ese momento presidía el cuerpo uno de los representantes de San Juan, Francisco Narciso de Laprida. Ningún país reconoció en ese momento la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
La declaración
El texto del acta de Independencia decía: “Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia, de hecho y de derecho, con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas, y cada una de ellas, así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios”.
El 19 de julio, en sesión secreta, el diputado Medrano hizo aprobar una modificación a la fórmula del juramento, con la intención de bloquear algunas opciones que se contemplaban en aquel momento por las que se pasaría a depender de alguna otra potencia distinta de España. Donde decía “independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, se añadió: “...y toda otra dominación extranjera”.